domingo, 4 de octubre de 2009

Fade in. Estoy en la esquina de un lugar en donde hay tres puertas. La gente se me acerca y me pide consejo para elegir “una de las obras de teatro”. Elijo una puerta y entro; hay un bar; una mesa y cuatro sillas; todo es blanco, gris y negro; aunque el lugar está vacío tengo la impresión de estar ahogándome; salgo. Entro en la puerta de al lado y encuentro una especie de sesión espiritista; la gente murmura cosas y hace gestos raros con los brazos y manos; empiezo a hacer gestos también, copiando a los que participan de la ceremonia; como no me sale ningún ruido de la boca dejo de moverme, vuelvo a mirar a los otros (que parecen no registrarme) y me voy. Cuando estoy por entrar en la última puerta, un colectivo estaciona justo al lado del lugar en donde estoy parada. El chofer me mira y espera; como no tengo nada mejor que hacer subo y el colectivo arranca. Por la ventana veo a Mario Contreras caminando por un lugar que se parece mucho a una estación de servicio. Lo miro pero no me ve; parece contento; tiene puesta una campera tipo militar de color negro con muchas chapitas en una de las solapas. Sé que es viernes porque, pienso, es el único día en que puedo verlo pasar por la estación (¿? En la vida real, Mario vive en México y hace aproximadamente diez años que no lo veo). Fade out.